Nadie tiene la obligación de hacer feliz a nadie. Es
la responsabilidad de uno mismo el encargarse de hacerse feliz. Cuando no
esperas nada de nadie y esperas todo de ti, todo fluye y florece. Cuando se es
feliz por sí solo, es cuando podemos ayudar a contagiar la felicidad a los
demás. La felicidad solo depende de uno mismo, pero es cierto que hay personas
que nos contagian alegría, entusiasmo, diversión y eso nos ayuda a tener
momentos felices. La felicidad no es un estado emocional son momentos que hacen
que nos sintamos feliz, lo importante es sumar momentos de felicidad y
rodearnos de personas que nos incrementen nuestro entusiasmo para ser feliz. Y de
repente un día te das cuenta que sin esperar nada de nadie, y esperándolo todo
de ti, todo es mejor, porque no hay expectativas, solo hay presente, un
presente que fluye de la mejor manera posible. Solo el que es feliz es capaz de
ayudar a ser feliz a los demás. Porque cuando se es feliz hay buen ánimo,
entusiasmo, ilusión, pasión y nacen hacer las cosas con buen rollo y eso
contagia... Es como un virus que se respira que ayuda a ser feliz al que está alrededor.
El virus de la felicidad
Es cierto que hay personas que tienden a ser más
felices que otras… ¿porque? Porque se
sientes agradecidos de los momentos que están viviendo. Y eso también se aprende, aprender a
agradecer a la vida los regalos que nos dan. Una vida feliz no se encuentra, se
hace, se hace agradeciendo, poniéndose ilusiones, retos que nos ayuden a ser
mejor, aceptándose a uno mismo, a los demás y sobre todo las situaciones de la
vida, sacando lo mejor de cada una de ellas. Aumentando la dosis a todo aquello
que te hace feliz y restándola a los momentos que no, eso sí siempre con una
voluntad de hierro que te lleve a una vida mejor, mirando al horizonte y a los
momentos de largo plazo, pero siempre siempre, estar aquí, en el hoy, porque
este es el único día que tenemos con certeza.
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