Hay lugares
que abrazas y nos reinician, que nos curan el alma, nos ilumina el espíritu y
te ayudan a ver que hay sol en otros cielos, que la luna no es igual en otros
lugares.
Viajar nos
abre la mente, nos enriquece, ejercita
nuestro espíritu, nos cambia las ideas que tenemos del mundo, viajar es
cambiarle la ropa al alma.
Viajar a lugares salvajes, llenos de
naturaleza, que nos enseñan lo autentico de la vida, lo puro, la esencia del
todo, nos dan vitaminas al alma, nos hacen sentir libres.
Nos conectan y desconectan del mundo,
te hacen perdonar y ser perdonado. Perdonar es un acto de fortaleza, generoso y
altruista. Perdonar implica no tomar venganza, perdonar implica parar lo que
paso.
Con el
tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de
almas grandes, es algo que cuesta mucho, pero cuando lo haces lo único que
puedes sentir es paz. Paz que te ayuda a comprender que no somos perfectos,
que hacemos las cosas lo mejor que
podemos en ese momento y que los errores son los que nos hacen hacerlo bien,
perdonar y perdonarse es un acto de amor con los demás y con uno mismo.
Hay lugares
que transmiten, que llenan de claridad a
la mente y la purifica, calma las
emociones negativas y regenera la positividad, favorece la inspiración, la fe,
de saber que todo va a salir bien, de que el final de un camino es solo el
principio de otro.
Para vivir la
historia que quieras contar, a veces tienes que arriesgarlo todo, dejar el
miedo y dejarse llevar… Librarse del miedo a veces cuesta… pero cuando empiezas
lo único que tienes que hacer es seguir. Y de repente te das cuenta de que el
miedo ha desaparecido.
La felicidad
es la ausencia del miedo, la felicidad es atrevernos a ser lo que soñamos.
Viajar es intentar
volar, este mundo es demasiado grande para pasar nuestro tiempo en un solo
lugar. Atraerse a cruzar el río, atreverse a ser feliz.
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