Vivimos en
una sociedad en la que desnudar el cuerpo cuesta menos que desnudar el alma.
Porque el cuerpo es efímero buscamos el placer del momento pero en realidad ese
placer desaparece al instante, la euforia desparece, porque no es profundo, no
llena… porque por mucho que desnudemos el cuerpo lo que llena es desnudar el alma. Sin embargo
cuesta, porque duele, porque nos lastiman… pero en el fondo quien se lastima es
el que daña, el que desnuda su alma es valiente, porque es capaz de ser quien es,
aunque duela, aunque le dañen, porque la vida es vivir… a veces duele y a veces
se disfruta, pero quien más puede hacerlo es quien es capaz de entregarse en
cuerpo y alma, pero es lo es lo difícil, entregar… aunque se pueda
perder, y si se pierde reconstruirse de nuevo.
Desnudar el
alma es solo para los valientes capaces de ser ellos mismos, de transmitir sus
sentimientos, de escuchar al corazón, de dejar el ego y dar amor del bueno, de
reinventarse hasta hacerlo bien, de que llegue al receptor, aquellos que tienen
el coraje de no rendirse… Desnudar el cuerpo lo hace cualquiera… pero desnudar
el alma no, porque puede doler mucho, pero también se puede ganar mucho más.
Hay que apostar siempre aunque perdamos, porque quien desnuda el alma nunca
pierde, porque vive. Quien pierde es quien por miedo a sufrir se olvida de
vivir. Desnudar el alma es para los profundos que quieren algo más.
Jamás pierde
quien se desnuda, porque vive. Los que pierden son los que se tapan, los que
privan al mundo de lo que son y se olvidan de vivir.
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